LA CATEDRAL
La procesión se fue adentrando en las espaciosas naves
catedralicias, despacico, en silencio, como flotando. Y tras los nazarenos,
apareció enmarcada en el dintel del gran portalón la silueta del Señor
Crucificado, en un precioso contraluz que provocó un escalofrío en todos cuantos
fueron testigos de tan sublime aparición.
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fotografía NazarenoColorao |
Una oración, lentamente desgranada, fue calando en el corazón de los cofrades,
disponiéndoles para afrontar la segunda parte de la carrera con un espíritu
renovado, con otra perspectiva del acto penitencial del que eran partícipes. Y
tras recorrer la girola y santiguarse ante el Santísimo, volvieron a recibir el
aire fresco de la calle en el rostro... Y fue entonces cuando despertó. Era una
calurosa mañana de agosto...
Gabardo
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