Historiador del Arte
Viene siendo una de las mayores preocupaciones de la Archicofradía de la Sangre la recuperación, año a año de aquellas tradiciones murcianas que dieron grandeza y singularidad a las procesiones murcianas. No en vano, los años que discurren desde el comienzo de la Restauración Borbónica, durante el último tercio del XIX, hasta los “felices veinte”, suponen los de mayor fama y trascendencia de las celebraciones de la Semana Santa local en el ámbito español[1]. No cabe duda de que fue en este periodo “dorado” donde se fraguaron y consolidaron las procesiones que nos han llegado hasta la actualidad[2]. Por ello, la tradición decimonónica murciana, cuya obra literaria más conocida sea quizá la Pasionaria Murciana de Díaz Cassou, se convierte en referente indiscutible y en motivo de inspiración para las novedades que continuamente ofrece la Archicofradía de la Sangre a los murcianos. En esta nueva Semana de Pasión de 2004, se ofrecen, entre otras, dos novedades basadas en aquellas señeras celebraciones de antaño; la formación de una nueva Banda de Cornetas y Tambores de la Archicofradía de la Preciosísima Sangre, cuyos elegantes uniformes se basarán en los de la extinguida Banda del Regimiento de Artillería de Murcia que participó en las procesiones murcianas durante los años veinte[3], y, por otro lado, el Concurso de Escaparates Cofrades del Barrio del Carmen, cuya concepción recoge el espíritu decorativo de las calles decimonónicas, que se engalanaban profusamente con motivo de la Semana Santa[4]. De esta manera, la Archicofradía pretende recoger el testimonio de aquel pasado extraordinario que llevó a la Semana Santa de Murcia a ser una de las más reconocidas del país.
Un caso bien distinto, e igualmente peculiar, lo supuso una de las novedades que se ofrecieron el año pasado. En aquel caso, el marco festivo y litúrgico fue bien distinto; la festividad del Corpus Christi. Primeramente, se ha de remarcar la importancia de esta festividad en la vida anual de la citada institución cofrade; no en vano, en dicha festividad se conmemora a la titular, la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, objeto principal de su veneración y culto. Es por ello, que no se vienen escatimado esfuerzos para engrandecer y embellecer tan magna conmemoración Eucarística. Con este motivo la Archicofradía concurre, con indudable interés, a la tradicional procesión Eucarística que organiza el Cabildo Catedralicio. Este fervor se puede apreciar perfectamente en el instalación del acostumbrado altar en la calle Trapería o en lo escogido y cuidado del acompañamiento de la representación de la Archicofradía donde, junto al pendón mayor y a los representantes de la misma, se pueden ver los acólitos revestidos con dalmáticas portando ciriales, pequeños monaguillos incensando, etc..., todo ello encaminado a conseguir el esplendor característico de esta procesión de procesiones.
No se ha de ser ajeno a que precisamente la festividad del Corpus Christi en Murcia no pasa por sus mejores momentos. Atrás, aletargados por el pueblo murciano, han quedado los grandes fastos cívicos de antaño; la iluminación callejera del recorrido, las colgaduras en la carrera procesional, el recinto ferial de el Arenal (actual Glorieta), los pasacalles musicales de la víspera, los populares gigantes y cabezudos, la tarasca, los fuegos artificiales y un largo etcétera[5]. Incluso, aquellos aspectos más relacionados con la celebración religiosa eucarística fueron descuidados e, irremediablemente, perdidos. Aspectos que singularizaban al Corpus de Murcia y lo distinguían entre los de las demás ciudades, constituyendo incluso un reclamo para los habitantes de poblaciones cercanas como Orihuela y Elche. Entre ellos destacaba el festivo cortejo de pasos procesionales acompañados por bandas de música. En ellos se procesionaba triunfalmente a las imágenes más representativas de la ciudad; la Virgen del Rosario, San Patricio (portado por la guardia municipal), la Virgen sedente del coro de la Iglesia de la Merced, la popular Virgen del Carmen, San Lorenzo, San Antolín, el Corazón de Jesús de la Iglesia de Santo Domingo, la Virgen de la Buena Estrella, San Roque, Santa Lucía, San Francisco, San Nicolás, Santo Tomás, San José, el Arca de plata con las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina, e incluso a otras venidas de las inmediaciones, como la algezareña Virgen de Loreto[6]. En ocasiones especiales, se añadía a todo esta corte celestial la imagen de la patrona, la Virgen de la Fuensanta[7]. Sin duda, constituían un digno acompañamiento de la célebre Custodia del Corpus, realizada en 1674 por el platero toledano Antonio Pérez de Montalto[8].
La Archicofradía de la Sangre está especialmente sensibilizada, por las razones expresadas con anterioridad, ante el paulatino grado de abandono y postración que está sufriendo de esta gran fiesta de la Iglesia en los últimos años; al sentirse parte integrante de la misma y entusiasta de las tradiciones religiosas murcianas se ve en la obligación moral de actuar como baluarte en defensa de nuestro patrimonio sagrado y ritual (tan importante como el patrimonio arquitectónico o escultórico, aunque escasamente valorado). Así, a la ya mencionada instalación del altar eucarístico, con el consiguiente exorno de colgaduras en los edificios colindantes[9], se tomó la iniciativa en el pasado año 2003, de magnificar aun más el acompañamiento del Santísimo por las calles de Murcia; qué mejor modo de ensalzar el paso de la Custodia que la recuperación de las tradicionales danzas callejeras en honor a Cristo Sacramentado. Estos bailes, qué aun se mantienen en el interior de algunas Catedrales españolas como Sevilla, Granada o Guadix, tiene otra especial e interesante variante, esta vez sin el marco de fondo de la Catedral, en la ciudad de Valencia; la popular Moma. Esta última era la modalidad que se realizaba en Murcia durante los siglos XVI, XVII y XVIII, danzas simbólicas, realizadas por personajes disfrazados de sacramentos, alegorías o emblemas de la ciudad, etc... que efectuaban mecánicos pasos de baile al paso de la Custodia[10].
La iniciativa, impulsada por D. Enrique González Semitiel (director del Museo de la Archicofradía de la Sangre), fue recogida con indudable interés por la Junta Directiva e impulsada para su consecución. El objetivo era magnificar la procesión del Corpus Christi recuperando un rito de siglos y dotar a la celebración sacramental murciana de un indiscutible aliciente cultural. Para ello se contó con la inestimable colaboración del colegio carmelitano Félix Rodríguez de la Fuente, al que pertenecen los ocho “infantes” que tuvieron el privilegio de danzar ante el Santísimo por primera vez en prácticamente dos siglos. Todos ellos fueron dirigidos e instruidos entusiastamente por Dª. Margarita Muñoz Zwielinski durante las semanas previas a su “estreno”. En cuanto a la vestimenta, al no haberse conservado los modelos de los primitivos danzantes, se recurrió a unos trajes de época característicos del siglo XVIII murciano; popularizados por el imaginero Francisco Salzillo en su popular belén, como escolta palaciega de los Reyes Magos. Estos eran unos trajes de los mayordomos de servicio que habría en las casas nobles de la ciudad, caracterizados por la casaca y el cullote franceses propios del reinado de los primeros borbones, realizados con damasco. Otra de las señas de identidad de los mismos serían las bocamangas de encajes o puntillas y los peculiares sobreros de pajilla dorados y cubiertos de un llamativo plumaje encarnado. Los colores elegidos, el propio de la celebración sacramental, el rojo para cuatro de los danzantes, vistiendo los restantes de blanco, en recuerdo de la Pureza e Inmaculada Concepción de la Virgen María (cuyo dogma cumple en 2004 su CL Aniversario). De este modo se aunaba la simbología propia del Santísimo Sacramento, el amor mariano tan propio de nuestra ciudad y el espíritu tradicional de Murcia, materializado a través de la hegemonía del arte dieciochesco en la ciudad.
Páginas 42 y 43.
[1] Así se puede entender de diversos artículos periodísticos del momento como el publicado por Diario de Murcia, domingo 30 de Marzo de 1902, que recoge: La concurrencia ha sido extraordinaria, tanto que la misma dirección de ferrocarriles lo ha dicho: “En España no hay más que dos Semanas Santas, la de Sevilla y la de Murcia”.
[2] Resulta antológico sobre este tema el trabajo de J.F. LÓPEZ MARTÍNEZ, Configuración estética de las procesiones cartageneras. La Semana Santa de Cartagena y Murcia en el tránsito del siglo XIX al XX, Cartagena, Cofradía de .P. Jesús Nazareno (Marrajos), 1995.
[3] J.A.FERNÁNDEZ SÁNCHEZ, La música en las cofradías y procesiones de la Semana Santa murciana: composiciones y localismos, Murcia, La Copia, 2003, pág. 15.
[4] Ver a este respecto M. JORGE ARAGONESES, Pintura decorativa en Murcia siglos XIX y XX, Murcia, Excma. Diputación Provincial de Murcia, 1964, pág. 435.
[5] Estos y otros aspectos interesantes son puestos de relieve por J. FRUTOS BAEZA, “El Corpus en Murcia: recuerdos del siglo XVII” en Diario “El Liberal” de Murcia, jueves 22 de Junio de 1905.
[6] Diario de Murcia, sábado 18 de Junio de 1892.
[7] Diario de Murcia, viernes 10 de Junio de 1898.
[8] M. PÉREZ SÁNCHEZ, “ La custodia del Corpus de la Catedral de Murcia: historia de una obra de platería” en Estudios de Platería, Murcia, Universidad de Murcia, 2002, pág. 350.
[9] El adorno de balcones y edificios con colgaduras y velas protegidas por tulipas con motivo de festividades importantes como el Jueves Santo o el Corpus estuvo muy extendido en la ciudad hasta el primer tercio del siglo XX, a este respecto ver M. JORGE ARAGONESES, Pintura decorativa en Murcia ...., obr. cit.
[10] A este respecto ver L. RUBIO GARCÍA, La procesión del Corpus en el siglo XV en Murcia, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio, 1987.
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