Tronos Decimonónicos de la Semana Santa de Murcia
Hemos sido testigos en los Miércoles Santos de los dos
últimos años de la salida procesional de la Dolorosa en su trono totalmente
recuperado, mostrando todo su esplendor y su magia decimonónica por las calles
de Murcia. La reposición de sus armoniosos candelabros ha sido sin duda uno de
los mayores aciertos estéticos incorporados a nuestro desfile, teniendo en
cuenta además que es una de las pocas obras ejecutadas en el S.XIX que se
conserva en la actualidad.
Realizado por el tallista Jiménez Arróniz y dorado por José Riera en 1892 (1), es uno de los ejemplos más característicos del proceso iniciado hacia la década de los 70 con la transformación de las austeras tarimas de madera que servían para el desfile de las imágenes en siglos precedentes, por los nuevos tronos tallados y dorados. |
Hasta entonces las ricas labores de tallistas y doradores,
dedicados al arte retablístico, se habían centrado prácticamente en exclusiva en
la construcción de andas procesionales para las imágenes marianas de mayor
devoción (Arrixaca, Mercedes o Rosario), cuyas cofradías llevaron a cabo, hasta
la Desamortización de Mendizábal (1836-7), las únicas obras con este carácter
procesional. Por el contrario las relacionadas con la Semana Santa eran en casi
todo el país, exceptuando algunas ciudades importantes como Sevilla o Valladolid
(2), de un carácter mucho más sencillo, sin talla o trabajo ornamental de ningún
tipo. Sólo algunas imágenes del periodo barroco se podían encontrar acompañadas
por pequeños ángeles portando emblemas de la Pasión, completando composiciones
alegóricas o simplemente llorando y consolando a la Madre de Dios. En Murcia en
este tipo de conjuntos destacaron el Cristo de la Sangre (1693), la Virgen de
las Angustias (1740) y la Dolorosa de Jesús (1755).
Sin embargo el último tercio del XIX supone un panorama bien
distinto donde, a pesar de la inestabilidad política y social, las cofradías
pasionarias efectuarán gran cantidad de encargos de tronos debido a la pujanza
que comienza a tener la Semana Santa. Clave de este esplendor es el creciente
interés de la aristocracia local, promotora de prácticamente todos los encargos
de esta índole, lo cual incidirá sin duda en la plasmación de su refinado gusto
en estas obras.
Precisamente estos grupos elitistas del reinado y años posteriores a Isabel II,
están costeando hacia 1875 la obra del Salón de Baile del Casino (obra
encomendada a José Ramón Berenguer), cuyo refinado exorno neobarroco (también
llamado Luis XV) influirá en la decoración de las nuevas andas. Además
recurrirán al consejo de renombrados arquitectos locales como Justo Millán (3)
(autor de la Plaza de Toros y el Teatro Romea) para la realización del diseño
ornamental de los tronos, aspecto que también sucederá en la vecina Cartagena
con el arquitecto modernista Carlos Mancha (4).
El lenguaje común de estas obras reside en un deseo por
realzar sobre esbeltas y artísticas peanas las imágenes que procesionan en
solitario, o por aumentar la vistosidad y la magnificencia de los conjuntos
escultóricos, sin enmascarar ni ocultar su belleza plástica y su mensaje
catequético. Estando en una cultura mediterránea la luz adquiere auténtica
relevancia; cuando los rayos del sol no están presentes durante la procesión
(como sucede con los salzillos), los tronos se ven acompañados de espectaculares
candelabros que, rememorando las arañas neobarrocas del Casino, se pueblan de
abundante cera y múltiples piezas de cristal, proporcionando a las imágenes el
misterio y el efectismo adecuado. De este modo nuestra Dolorosa estaba
acompañada durante la procesión por 99 tulipas repartidas en cuatro grandes
candelabros en las esquinas y otros tantos de menor tamaño en los frontales,
permitiendo la visión del reflejo de la luz anaranjada de las velas sobre la
Virgen. El éxito del trono viene abalado por el hecho de que la composición se
repetirá durante esa misma década en diversas obras para imágenes señeras de la
ciudad (San Juan de la Cofradía del Sepulcro en 1894, Virgen de las Angustias de
los Servitas en 1895 (5) y Cristo de la Sangre en 1899(6).
Pero la mayoría de los tronos de finales del XIX fueron
víctimas de la Guerra Civil. Aun así varios tallistas de la post-guerra
continuaron con la estética decimonónica. De este modo en las obras de Gómez
Sandoval o Carrión Valverde podemos apreciar el recuerdo de los recargados
candelabros bordeando a modo de luminosas cresterías la totalidad del perímetro
de los tronos. Fueron los últimos representantes de una tipología peculiar que
imaginó para la irrepetible imaginería de los siglos precedentes, unas
composiciones acordes con el decoro y la magnificencia requerida para su
discurrir devocional por las calles de Murcia.
José Alberto Fernández Sánchez
1- “Diario de Murcia”,
martes 12 de Abril de 1892. “La novedad saliente que este año tendrá la popular
procesión de los colorados, será el precioso trono nuevo que vá á lucir la
imagen de Ntra. Señora de los Dolores, de que es camarera la señora de D. José
María Ruíz Funes.
Ayer tuvimos ocasión de admirarlo en la iglesia de Sto. Domingo, donde se viste
y adorna todos los años.
El trono es una obra artística, bien ideada y mejor realizada. El Sr. Jiménez
Arroniz, aventajado tallista murciano, que ha educado su natural buen gusto en
Madrid, durante mucho tiempo, ha estado muy feliz en esta obra...”
2- MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José: El arte procesional del barroco. Madrid, 1993.
3- “Diario la Paz de Murcia”, martes 20 de Abril de 1886.
4- HERNÁNDEZ ALBALADEJO, Elías: Pregón de la Semana Santa de Cartagena 2001.
Cartagena, 2001.
5- DÍAZ CASSOU, Pedro: Pasionaria Murciana. Murcia, 1980.
6- “Diario de Murcia”, martes 28 de Marzo de 1899.