LA ROMERÍA DE LA FUENSANTA



    Cuando la bajada de nuestra Patrona se produce en los primeros días del mes de Septiembre una multitud de gentes venidas desde los lugares más remotos de la ciudad y la huerta acompañan a la Virgen en su reencuentro con la capital que la venera como patrona. Este año, al caer ya en día 1 de Septiembre el recibimiento será masivo y el acompañamiento también, Murcia volverá a rendirse ante su majestuosa presencia y no cesará de vitorear su santo nombre, de gritar las maravillas que el Señor hizo en ella y de sentirnos dichosos por tener por patrona a la misma Madre del Señor, a la Fuente Santa que nos conduce a las aguas vivas de Cristo Resucitado.
 

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    En estos días previos se repite en mi corazón la misma sensación, un cosquilleo me llena al pensar en volver a encontrarme con su soberano rostro. Pasan los días esperando el encuentro y cuando te vienes a dar cuenta, se oye el disparo de un cohete, repican alborotadas las campanas de las barrocas torres, aplaude el pueblo congregado en torno al Santuario, suenan los primeros piropos a la Virgen Morena que como dice el Himno a Murcia, hizo en la sierra su altar, y explotan los sentimientos y la emoción se hace patente. Nuestra Madre, el auxilio de nuestros sufrimientos, el amparo de nuestras preocupaciones, nuestra compañera inseparable, sale a nuestro encuentro tal y como lo hiciera con su prima Isabel y nuestro corazón no puede más que estallar de júbilo y sentirse dichoso al recibir a la Madre de nuestro Señor y es que la cara morena, que hace llorar los ojos a su claridad, ya mira desde el dintel de la puerta del Santuario la Vega entera, bendiciendo cada hogar, mirando con dulzura cada corazón del pueblo que la quiere y la honra como su mayor tesoro.

    Mientras, en las casas que jalonan el camino hasta la ciudad, se preparan las mesas con ricos manteles de bolillo, enaguas y tapetes bordados para que descanse el trono de la Virgen. Jazmines, rosas y claveles, azucenas y lirios se dejan arrancar para ser depositados a los pies de la Señora, sintiéndose privilegiados de ser , por unas horas, la mejor ofrenda depositada en ese trocito de cielo plateado que paseará a la Fuensantica desde su Santuario a la ciudad. Pies descalzos, cirios que arden, promesas y peticiones que se elevan al Cielo muestran silenciosamente la fe que este pueblo murciano, tiene puesta en su Patrona.

    El bullicio de gente se incrementa a su paso, saltan las lágrimas del que con detenimiento mira su faz bendita y surge la oración que del corazón sale como un susurro y casi sin abrir los labios dice ¡Guapa, guapa y guapa! ¡ayúdanos Virgencica, echanos una mano!
 

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    La entrada en la ciudad es un auténtico paseo triunfal, multitudes se agolpan al paso de la Virgen, niños y ancianos, gentes venidas de los más dispares lugares acuden al secular encuentro con la Virgen de la Fuensanta. El cielo recibe el estampido de los cohetes, rebolotean nerviosas las palomas que dormitaban en los vetustos árboles del Jardín de Floridablanca y con su blanco vuelo dan su particular bienvenida al cortejo, repican a coro las campanas de la Arciprestal del Carmen, explotan los aplausos y los vivas, la ciudad, que ha vestido sus mejores galas, ya tiene consigo a su Patrona. Suenan los acordes de la música, el pueblo lleva en volandas a la que es santo y seña de todo lo murciano, la marea humana sube el puente y deposita por un instante su mirada en la hornacina de los Peligros mientras ell Río ha parado su cansino avance, no quiere dejar de reflejar en sus mansas aguas el reflejo celestial de María Santísima.

    La gigante torre catedralicia se enseñorea en el cielo doblando alegremente sus centenarias campanas, anunciando a la urbe que la Virgen se aproxima a entrar en su templo. Las calles adyacentes al primer templo de la Diócesis son un hervidero de gente que corre apresurada para salir al encuentro de la Virgen Madre y depositar en Ella sus mejores halagos.
 

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    Cuelgan del Palacio Episcopal los viejos reposteros de gala, la plaza de Belluga se abarrota de gente que espera con entusiasmo la entrada de la Virgen en la Catedral, explotan los aplausos, quizá más fuertes que nunca, surgen los últimos vivas y lentamente nuestra Fuensantica cruza la plaza entera. Al entrar en la Catedral suena la Salve, los corazones llevan a los labios las dulces palabras del himno de la coronación, se estremecen los sentidos al mezclarse los acordes del órgano, las palmas de los fieles y los piropos continuos a la Morenica.
Mientras ya en la calle, Murcia descansa tranquila, duerme plácida sin temor, su Madre y Protectora, su Intercesora y Patrona ya reposa en el corazón de la ciudad para acoger el ir y venir de personas que pasarán junto a Ella para poner en sus manos la petición o gratitud por la promesa cumplida...

    Algo hay en su rostro que emociona, algo tiene esta imagen de nuestra Patrona que toca a los hombres en lo más profundo del alma, algo tiene nuestra Fuensantica que atrae hacia así multitud de corazones que al encontrarse con Ella repetirán sin cesar... Gracias Madre, contigo todo el posible.
 


    Me siento orgulloso de ser murciano al sentir el amor de este pueblo hacia la Virgen de la Fuensanta. Así es como Murcia entiende la devoción a la Virgen, así es como la ciudad huertana lo ha hecho a través de los siglos y así es como seguirá siendo, porque en la idiosincrasia de ser murciano está el amor a la Virgen de la Fuensanta.


Por eso y para acabar os digo... ¡Murcianos, gritad conmigo, Viva la Virgen de la Fuensanta!
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Escrito en el foro de Murcia Nazarena por Benedictus   (Agosto-2005)


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